En el último domingo del año litúrgico el Evangelio registra el momento en que Jesús es interrogado por Pilatos y éste le pregunta si acaso es rey. En su respuesta, Él remarca la diferencia del Reino de Dios con los poderes de este mundo. Identifica su propuesta con una verdad incómoda que no todos quieren escuchar (Juan 18: 33-37).
En relación con el Día de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, el pasaje de “Cristo Rey” fue leído junto a la historia de la violación de Tamar, hija del Rey David (2 Samuel 13: 1-22). El texto ofrece un relato muy actual sobre el dolor de las mujeres oprimidas, y sobre cómo son obligadas a guardar silencio ante la injusticia.
En ambos casos el poder que domina a otros se muestra violento y abusivo. El Reino de Dios es sentado en el banquillo e interrogado por su opción por la justicia, y por liberar a las y los oprimidos. La diferencia que encarna Jesús se fundamenta en su humildad y en la figura de siervo que rechaza ser otro tirano más.
Pablo escribe: “Aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz” (Filipenses 2: 6-8).
“Yo nací y vine al mundo para decir lo que es la verdad. Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan.” (Juan 18: 37c).
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