El Evangelio de esta semana es la parábola de la mala hierba y el trigo (Mateo 13: 24-30, 36-43). El texto plantea la diferencia entre gracia y juicio, como así también entre el ahora y el tiempo de la cosecha.
Muchas veces, la palabra gracia significa una situación donde uno es grande y poderoso, y el otro es pequeño y dependiente. La misericordia ocurre cuando aquel poderoso generosamente remite y levanta un castigo y perdona la ofensa cometida. Así se entendía la gracia en la Edad Media.
Esta imagen extraña y aterradora no coincide con lo que significa en la Biblia. La gracia bien se podría traducir como “amorosidad de Dios” o “lindura de Dios”. La experimentamos por ejemplo cuando somos amados solamente por existir. Gracia es esa experiencia donde no tengo que hacer nada especial para ganar el amor. Es la experiencia de ser ya amado, aceptado, involucrado, e incluido.
En la parábola de la mala hierba y el trigo se suspende el juicio condenatorio y toma lugar la gracia que permite que todas las hierbas crezcan hasta la cosecha, porque “al arrancar la mala hierba pueden arrancar también el trigo” (Mateo 13: 29). Quizás no todo lo que crezca sea malo y tiene su propio lugar en el campo. La gracia ve más y espera más porque es la obra de Dios.
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