Culto correspondiente al Domingo de la Santísima Trinidad realizado este 4 de junio en la Congregación El Buen Samaritano.
La doctrina de la Trinidad tiene raíces en la Biblia tal y como lo muestran los textos de esta semana. En la primera lectura, Dios es el autor de toda la diversidad de la creación (Génesis 1, 2: 1-4). En la epístola, Pablo se despide invocando al Padre al Hijo y al Espíritu Santo (2 Corintios 13: 11-13). Finalmente, el Evangelio de Mateo concluye con el “gran mandato” de ir a todos los pueblos con la buena noticia en nombre del Dios trino (Mateo 28: 16-20).
No estamos hablando de tres dioses sino de un solo Dios. En la Trinidad acontece una comunidad de amor. Dios mismo no está solo. Viene a nuestro encuentro a través de la encarnación de su Hijo que vino a enseñar y acercarnos el Reino de Dios. Al regresar Jesús al Padre nos envía el Espíritu Santo. El defensor que no nos deja huérfanos sino que nos acompaña siempre.
El “gran mandato” que entrega el Resucitado a sus discípulos ocurre en Galilea, en el mismo lugar donde comenzó su misión. Este encargo remarca que es para “todas las naciones” en conexión con Pentecostés. Es una invitación a sumarse al camino y a la propuesta de vida que Jesús nos ha compartido.
Todo se resume en amar. Amor que cuida, que abraza, que consuela, que dignifica, que reconoce a Dios en el otro y en la otra, que no discrimina, que no causa dolor, que no es injusto ni indiferente frente al sufrimiento. Es un amor samaritano que pone aceite en las heridas del que está caído en el camino. Es un amor que no juzga, que hace que haya comunión en la diferencia. Es un amor que anima y trae esperanza, que nos permite estar en paz los unos con los otros. En suma, el mandato de Jesús es anunciar y hacer extensivo ese amor a todas las personas para hacer posible una nueva Humanidad.
“Deseo que vivan felices y que busquen la perfección en su vida. Anímense y vivan en armonía y paz; y el Dios de amor y de paz estará con ustedes (…) Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la participación del Espíritu Santo estén con todos ustedes.” (2 Corintios 13: 11, 13).
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