Jesús entra a Jerusalén montado en un burro. La multitud lo aclama como legítimo rey de Jerusalén que viene a reclamar su trono. Algunos fariseos le piden que reprenda a sus seguidores pero Él dice que “si éstos se callan, las piedras gritarán” (Lucas 19: 28-40).
La escena es un gran malentendido sobre lo que muchos quieren del mesías. La multitud pronto abandona a Jesús. Cuando muere y entrega su espíritu, entonces las piedras tiemblan, se estremecen y se parten en reconocimiento de la verdad.
Son estas piedras del Viernes Santo las que proclaman al rey humilde que necesitamos. Cristo vino al mundo y fue a la cruz para salvarnos a todos y a todas, y reconciliar en su amor al mundo entero con Dios.
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