Carta abierta a las y los Constituyentes

Estimados y estimadas convencionales:

Entre millones de chilenos, somos uno más de tantos grupos que los ha elegido a Uds. para establecer las nuevas bases constitucionales de nuestra convivencia. Queremos manifestarles nuestro agradecimiento y nuestro apoyo. Sabemos que es un trabajo difícil y que ustedes se encuentran sometidos a muchas presiones, a veces incluso contradictorias.

En estos meses de trabajo, vimos por primera vez en la historia de la República, a una mujer mapuche presidiendo el órgano que debe representar a la sociedad chilena y sus diversidades. Hemos atesorado con alegría esta buena noticia, y confiamos en que sea el anuncio de una nueva página para el país. Una página más reconciliada y más agradecida con sus raíces.

Con el proceso de instalación, la presidenta Elisa Loncón y el vicepresidente Jaime Bassa hicieron posible que funcionara un órgano, cuya tarea —consiste nada menos— que en desterrar para siempre la fuerza y las armas como origen del “derecho”, y dar paso al diálogo pacífico y plural, el único en el que la sociedad puede encontrarse, colaborar y construir en común.

Cumplido este primer tiempo, en días recientes, ha sido electa una nueva mesa que será liderada por dos jóvenes. La experiencia de trabajo en la salud pública de la presidenta María Elisa Quinteros, y del vicepresidente Gaspar Domínguez, son sin duda una oportunidad para que el debate se conecte con los dolores del alma de Chile. Asentados en esa escucha será posible caminar el tramo final, y proponer un camino concreto que ofrezca nuevas perspectivas para el cuidado de la Creación y de la naturaleza, para fortalecer la democracia, para ampliar las libertades, para garantizar derechos, y para establecer límites frente al abuso de poder.

Como grupo, nos llamamos iglesia, en tanto nos une la voluntad de mantener viva la memoria de Jesús, uno de los seres humanos que más clara y resueltamente se ha puesto al servicio de la causa común de la humanidad entera: buscar juntos una manera de vivir que sea precisamente “más humana”, saliendo de nuestros instintos de muerte. Jesús llamó “reino de Dios” al sueño de esa humanidad que se sintió llamado a inspirar y construir, aún a costa de su vida.

En ese empeño quisiéramos ponernos, también nosotros, al servicio de todos nuestros hermanos y hermanas. Quisiéramos que todos realicemos la conversión que vivió el mismo Jesús, a la que él llamó “cambio de mente”: que nos volviéramos hacia los demás, preguntándonos mutua y sinceramente cómo cedemos parte de lo que consideramos nuestro, para que todos podamos gozar de bienes que en realidad son comunes.

Esos bienes comunes, son los que ustedes tienen entre manos al abordar y formular cada uno de los artículos de la nueva Constitución, al confiar al Estado su protección, su garantía soberana, y su equitativa y justa distribución. Tales bienes son, entre otros, la igual dignidad de todos y todas, la pluralidad de tradiciones culturales nacionales y de género —en la unidad democrática de los pueblos—, y la libertad de pensamiento y de expresión. Igualmente lo son el derecho a educarse, a trabajar, a producir e intercambiar bienes y servicios, a cuidar la salud, a alimentarse y vivir bajo techo, a llegar a viejo dignamente, a movilizarse libremente por el territorio… Los derechos a gozar en común de la tierra, el agua y el aire que están al cuidado de todos, como también el derecho de las plantas y animales, a preservar y reproducir su diversidad.

Les deseamos mucha fuerza y claridad en la redacción de lo que será nuestra carta magna de convivencia. Los acompañamos con nuestros buenos deseos de una armónica discusión entre ustedes y les ofrecemos nuestro apoyo en todos los servicios que podamos prestarles.

En representación de la Iglesia Evangélica Luterana en Chile,

 

Pastora Izani Bruch

Obispa de la Iglesia Evangélica Luterana en Chile

Santiago, 6 de enero de 2022

 

Descarga la Carta aquí

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