“Sométanlo todo a prueba y retengan lo bueno. Apártense de toda clase de mal” (1 Tesalonicenses 5: 21-22)
Queridas hermanas y queridos hermanos en Cristo:
El versículo bíblico que tenemos como lema para 2025 nos invita al discernimiento: a examinarlo todo, a retener lo bueno, a apartarnos de lo malo. Estas palabras del apóstol Pablo siguen a su recordatorio de no apagar el Espíritu ni despreciar las profecías (1 Tesalonicenses 5: 19-20).
Hoy en día, nuestra vida cotidiana está rodeada de muchos “espíritus” y profecías, tanto religiosos como seculares. Algunos nos recuerdan la importancia de respetar la dignidad humana, comenzando por aquello que nos une antes bien que por aquello que nos divide como familia humana. Otros explotan nuestras ansiedades, sembrando miedos y demonizando a determinados grupos, lo que puede derivar en su deshumanización, a veces de la mano de una retórica apocalíptica. También hay quienes nos instan a seguir diversos caminos hacia la autorrealización, prometiéndonos que podemos convertirnos en nuestros propios salvadores, si nos esforzamos lo suficiente.
El lema de este año es un llamado a cultivar una mente crítica y orante. Por ser personas seguidoras de Cristo, no debemos conformarnos a este mundo, sino transformarnos mediante la renovación de nuestro entendimiento (Romanos 12: 2). De esta manera, recibimos el llamado a transformar el mundo que nos rodea.
El Profesor Dr. Tomáš Halík, orador principal de la Decimotercera Asamblea de la Federación Luterana Mundial (FLM), señaló en una ocasión que las personas revolucionarias y aquellas fundamentalistas comparten una característica común: unas y otras pretenden traer el cielo a la tierra de inmediato, en la mayor parte de los casos con consecuencias devastadoras para las personas.
Ahora bien, la transformación lleva tiempo y requiere persistencia y paciencia. Somos llamadas y llamados a una transformación continua de nuestras propias mentes, corazones y actitudes. Esto último debería influir en las comunidades a las que pertenecemos para que se conviertan en comunidades de esperanza que, a su vez, puedan transformar el mundo.
Una comunidad de esperanza ve una hermana y un hermano en cada ser humano. Considera con la debida seriedad lo que enseñan las Escrituras sobre el encuentro con Jesucristo en cada persona necesitada (Mateo 25: 31-40). Se pronuncia contra la injusticia, para que la justicia corra como un arroyo permanente (Amós 5: 24). Apoya los dones de toda su membresía, más allá de cuestiones étnicas o de género (Gálatas 3: 28). Y asume seriamente la tarea de cuidar la creación de Dios (Génesis 2:15).
Jesús dijo que “todo árbol sano da buenos frutos” (Mateo 7: 17), recordándonos que podemos reconocer lo que es bueno por los resultados, las acciones y la forma en que se forjan las relaciones. Cuando las creencias y las acciones conducen o fortalecen el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y el dominio propio (Gálatas 5: 22-23), sabemos que vamos por buen camino.
Que el Espíritu Santo de Dios nos guíe mientras examinamos en oración lo que es bueno y discernimos aquello de lo que debemos apartarnos el año próximo.
¡Un bendecido año 2025 para todas y todos!
Rvda. Dra. Anne Burghardt
Secretaria General de la FLM
Fuentes:
Texto: FLM/ Redacción
Foto: FLM/ Albin Hillert