“Porque nuestro Dios, en su gran misericordia, nos trae de lo alto el sol de un nuevo día, para dar luz a los que viven en la más profunda oscuridad, y dirigir nuestros pasos por el camino de la paz” (Lucas 1: 78-79)
Queridos hermanos, queridas hermanas en Cristo:
Estamos a pocas horas de celebrar el nacimiento de Jesús, y con ello la irrupción del Reino de Dios en la historia de la humanidad. Con Jesús recordamos que en los márgenes de la sociedad, en un establo, Dios se hizo uno con nosotros y nosotras, revelando así su gran misericordia y amor por todos y cada uno de sus hijos e hijas.
Hacemos memoria de la misericordia y amor de Dios porque vino a salvarnos y a proponernos una nueva manera de vivir la vida. Este amor divino nos mueve a seguir caminando, y nos inspira a seguir luchando cada día para que el amor al prójimo, la justicia y la paz sean los fundamentos transversales de nuestra sociedad e iglesia.
Los signos de los tiempos presentes no son alentadores: estamos viendo guerras, odio y violencia. En Belén, el lugar donde Jesús nació, existe dolor y muerte por seguir el camino de las armas para “asegurar la paz”. En este contexto de tantos conflictos sin resolver, somos invitados a reconocer lo verdaderamente novedoso que acontece en el pesebre de Belén.
El evangelista Lucas nos dice que Dios viene al encuentro de nuestra humanidad herida y fragilizada, “para dar luz y dirigir nuestros pasos por el camino de la paz”. En este tiempo de Navidad, les invito mis hermanos y hermanas a renovar nuestra esperanza en Cristo y a porfiar en los caminos de la paz y la reconciliación que Él nos enseñó.
Que no nos cansemos nunca de hacer el bien, ni de dar testimonio de esperanza contra toda desesperanza. Que nuestro testimonio sea la acción de Dios que anuncia la buena noticia, que anuncia la dignidad y da aliento a los perseguidos, a los excluidos, y a los violentados por los poderes de la maldad.
Que en esta Navidad el amor Dios nos mueva a amar y a poner en práctica el amor mutuo en nuestras comunidades, que nos mueva a perdonar y a reconciliarnos, que nos mueva también a la solidaridad y a ser signos visibles del Reino de Dios que irrumpe en Belén.
Que la luz de Jesús y su paz nos guíe. Que el sol de un nuevo día llegue a nuestras vidas e ilumine las oscuridades de nuestra humanidad y nos oriente hacia la paz.
En la confianza en Dios de las promesa de un nuevo tiempo de justicia y paz, les deseo una Feliz Navidad y un bendecido Nuevo Año.
Con cariño,
Pastora Izani Bruch
Obispa IELCH
Santiago, 24 de diciembre de 2024