En este segundo domingo de adviento, el Evangelio narra la misión de Juan El Bautista. El primo de Jesús predica un cambio de vida a una sociedad desencantada. Por eso, es identificado como una voz que grita en el desierto para abrirle un camino a Dios (Lucas 3: 1-6).
Tal como en aquella época, cada uno de nosotros desea cambios en su vida y en el mundo que nos rodea, pero esperamos que sean otros los que los hagan. Soñamos con paz y con justicia pero no creemos que una sociedad libre de violencia sea posible. Sin esperanza, no estamos dispuestos a poner nuestros dones en la tarea de preparar y abrir caminos nuevos.
Por eso, Juan El Bautista nos invita a ser la voz de Dios en los desiertos de hoy. A ser esa voz que grita buenas noticias, que anuncia un nuevo tiempo que transforma en esperanza nuestro desespero, porque en Jesús que viene “toda humanidad verá la salvación de Dios” (Lucas 3: 6).
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