Este viernes 15 de noviembre se confirmó la muerte del destacado Luis Alberto Pereyra, profesor y defensor de los Derechos Humanos. La obispa Izani Bruch en nombre de la Iglesia Evangélica Luterana en Chile expresa sus condolencias y ora por su familia.
El Rvdo. Pereyra estudió teología en la Facultad Luterana de Teología de José Carlos Paz en Buenos Aires. Ordenado ministro de la Iglesia Evangélica Luterana Unida en Argentina y Uruguay (IELU), ejerció como pastor en la capital rioplatense y también en la ciudad de Posadas, Provincia de Misiones.
Luego del Golpe de Estado ocurrido en Chile en 1973, se transformó en Secretario Ejecutivo de CAREF (Comisión Argentina para Refugiados y Migrantes), organismo protestante que defendió los Derechos Humanos en coordinación con el Comité Pro Paz, y que recibió a cientos de chilenos exiliados que cruzaron la cordillera.
El 23 de mayo de 1975 su casa fue allanada por agentes de los servicios de seguridad transandinos, siendo su familia amenazada de muerte “si continuaba con el trabajo con refugiados”, de acuerdo al testimonio del Coordinador de CAREF Emilio Monti.
El pastor Pereyra, se trasladó a principios de junio de aquel año a Estados Unidos, donde fue acogido por la precursora de la actual Iglesia Evangélica Luterana en Estados Unidos (ELCA). Se radicó en Austin y en los años posteriores sirvió como pastor en diversas congregaciones del Sínodo del Norte de Texas.
Su carrera continuó como profesor de Teología y Cultura en los seminarios luteranos de Wartburg, Nueva York y Filadelfia. Fue miembro del subcomité de liturgia que elaboró en 1998 el ‘libro rojo’ o Libro de Liturgia y Cántico (LLC) que se usa en las congregaciones de la IELCH.
Al establecerse en Chile en 2011, se incorporó como miembro en la Congregación La Trinidad de Ñuñoa. Su bienvenida a la comunidad se produjo el 9 de septiembre de 2012, durante el pastorado que ejerció el obispo Luis Álvarez.
A lo largo de su vida, el pastor Pereyra se destacó por su testimonio de servicio comprometido con los Derechos Humanos. Damos gracias a Dios por su vida, y en su persona hacemos memoria de tantos y tantas que vivieron por su fe en medio de circunstancias tan difíciles.
“Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece” (Mateo 5: 9-10). “Les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida” (Juan 5: 24).
Fuentes:
Texto: Lisandro Orlov/ Luis Álvarez/ CAREF/ ELCA/ Redacción
Foto: Archivo IELCH