Columna del Pastor Carrillo: Lutero y su pensamiento ético social

“Por el mandamiento del amor al prójimo, el cristiano está llamado a probar su cristianismo también en las estructuras sociales y económicas. Según Lutero, el cristianismo no se orienta en el comercio, ni en la magnitud del “capital”, ni por el afán humano de las ganancias, sino en beneficio del prójimo. Por eso, no pone el capital en el centro, sino que el centro es el prójimo (…) La ética social se pone en juego cuando la confirmación de la fe ocurre en todos los aspectos en la vida del ser humano, se produce en él como persona y en lo social y económico en beneficio del pueblo, que es la gran masa consumidora que sufre las consecuencias de la especulación.”

Por el Pastor Héctor Carrillo Carrasco:

En esta oportunidad quiero recordar la génesis de la reforma protestante incursionando en el pensamiento ético social de Martín Lutero. A fines de la Edad Media el comercio comienza a tener un auge, y la nueva clase comerciante se dedica al préstamo de dinero y a cobrar con intereses. Esto, a pesar de que el Concilio de Letrán (1139) había prohibido a los cristianos cobrar réditos sobre el dinero prestado. Surge aquí el capitalismo.

Sin embargo, la iglesia hizo oídos sordos a las medidas tomadas en el Concilio y lucró igualmente. Varias dietas de los emperadores alemanes intervinieron en los negocios donde la iglesia estaba involucrada, sin éxito.

Lutero, interviene por primera vez en este problema socio-político sobre el capitalismo, en el Sermón de la Usura que fue publicado en noviembre del año 1519. Este sermón produjo ciertas críticas entre los comerciantes. En la actualidad se encuentra en algunos fragmentos. Lutero se siente presionado por los cuestionamientos porque el sermón no hizo efecto, ya que los comerciantes siguieron abusando con los intereses.

El año 1524 decide entregar un escrito más renovado y ampliado sobre la usura. Lutero coloca el comercio en este contexto: “pues usura es todo precio injusto, abusivo, dentro de la actividad mercantil”. Lutero lo enfatiza “quiero aquí hablar de los abusos y pecados del comercio ‘en la medida en que afecta a la conciencia, lo demás se lo dejo a los príncipes y señores”. Expresa así, su censura a la venta de productos a precios inalcanzables para muchas personas, principalmente los pobres.

Lutero señala: “Algunos comerciantes  siguen en su negocio con algunas prácticas malas y artimañas perjudiciales, no han mirado lo que dice el Eclesiastés que los comerciantes definitivamente puedan estar sin pecado”, apunta también a Pablo en 1° Timoteo 6: 10 “la raíz de todos los males es el afán del dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extravían de la fe, y se atormenta por muchos dolores”.

“Pero, para no callarme del todo referente a este asunto, la manera mejor y más segura sería que la autoridad secular nombrase e instituyese personas sensatas y honradas para calcular todas las mercaderías con sus gastos, y, de acuerdo con ello, fijar costo y precio máximo que podrían valer de manera tal que el comerciante gane lo que debe para vivir de ello decentemente, como en algunos lugares se fija el precio del vino, pescado, pan, etc. Mas nosotros, los alemanes, tenemos otra cosa que hacer. Tenemos que beber y bailar. No podemos atender semejante régimen y orden. Ya que no podemos esperar este orden, el consejo más oportuno y mejor es evaluar la mercadería como el mercado común lo da y toma, o como es costumbre dar y tomar en el país. En este sentido puede aplicarse el proverbio: ‘Haz como los demás y no harás disparates’. Lo que de esta manera se gana lo considero bien y honradamente ganado, sobre todo porque existe el peligro de que a veces los comerciantes pierdan en las mercaderías y gastos y no tengan ganancias excesiva”.

Lutero plantea todo un problema ético que está vigente en algunos países del orbe hasta el día de hoy. No podemos negar que lo que hace el comerciante es su trabajo, por lo tanto, debe tener una ganancia razonable. Para el reformador lo razonable en el mundo mercantil es la fijación de precios, y no lo deja a la oferta y la demanda. Esta fijación de precio es problema a la razón de la conciencia cristiana, y por ende es un papel que le corresponde al Estado. Lutero en relación a este punto dice: “cuando el precio no ha sido fijado ni establecido por uso y costumbre y tú has de fijarlo por primera vez, uno no te puede enseñar otra cosa que encomendarlo a tu conciencia que cuides de no sobrecargar a tu prójimo y no buscar lucro excesivo, sino tu sustento equitativo”.

Lutero sigue insistiendo en que el precio por cobrar debe ser justo, y que no perjudique al comprador, porque es la gente más carenciada la que sufre el perjuicio. “Algunos han querido establecer que aquí se pueda ganar la mitad sobre todas las mercancías; otros que se gane un tercio; algunos otra tarifa. Pero ninguna de esas medidas es cierta y segura, a no ser que así lo ordenen la autoridad secular o el derecho común. Lo que éstos fijasen sería seguro. Por ello, debes proponerte no buscar en semejante tráfico, sino el sustento apropiado, y conforme a ello calcular y apreciar gastos, molestias, trabajo y riesgo, y entonces fijar el precio de la mercadería, aumentarlo y rebajarlo para que de tal trabajo y esfuerzo obtengas remuneración”.

Nosotros sabemos que el comercio no es algo específicamente cristiano y por eso está reglamentado por el derecho ordinario. Por el mandamiento del amor al prójimo, el cristiano está llamado a probar su cristianismo también en las estructuras sociales y económicas. Según Lutero, el cristianismo no se orienta en el comercio, ni en la magnitud del “capital”, ni por el afán humano de las ganancias, sino en beneficio del prójimo. Por eso, no pone el capital en el centro sino que el centro es el prójimo.

Aquí presenta una ética evangélica para los comerciantes cristianos, junto a proposiciones muy eficaces y metódicas para la reforma del comercio en beneficios de los consumidores. La ética social se pone en juego cuando la confirmación de la fe ocurre en todos los aspectos en la vida del ser humano, se produce en él como persona y en lo social y económico en beneficio del pueblo, que es la gran masa consumidora que sufre las consecuencias de la especulación.

Hoy en Chile vivimos en un sistema económico neoliberal, donde prima la oferta y la demanda. Esa es la balanza como se controlan los precios de los productos. Esto hace que el pensamiento de Lutero cobre validez, porque al igual que antes condena en forma enérgica este tipo de práctica en los “cristianos”. Bien, si el modelo económico así lo exige, debemos actuar con criterios éticos con el propósito de que el beneficiado sea el prójimo.

Quiero terminar con el propio final del sermón de Lutero:

“Sé muy bien que mi escrito le desagradará. Quizá lo desechen del todo y queden como son. No obstante, yo quedo disculpado; he cumplido con todo de mi parte para que se vea lo que hemos merecido cuando Dios viene con el azote. Si hubiese instruido una sola alma y la hubiese salvado de las fauces (hocico) de la avaricia no habré trabajado en vano, aunque espero que esto haya llegado de por sí a un extremo, tal como dije arriba de ello. En resumen cada uno mire lo suyo. Nadie debe dejarlo como favor o servicio para mí. Lo mismo nadie debe admitirlo o conservarlo para desafiarme o causarme molestias. Se trata de ti, no de mí. Que Dios nos ilumine y fortalezca para cumplir su buena voluntad. Amén”.

 

Bibliografía:
Obras de Martín Lutero, en Español Tomo II. Editorial Paidós, Buenos Aires, Argentina

 

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