En el pasaje de esta semana Jesús se enfrenta al legalismo religioso. Un grupo de fariseos le preguntan si al esposo le está permitido divorciarse de su mujer. Su respuesta no se queda en la letra chica de lo prohibido o lo permitido. Se trata de la igualdad con que Dios creó a hombres y mujeres, y la opción del Reino por los pequeños y abandonados (Marcos 10: 2-16).
El texto ha sido usado muchas veces para discutir sobre el divorcio, pasando por alto que en ese tiempo era un privilegio exclusivo de los hombres, que significaba en la práctica el abandono y la deshonra de las mujeres. Por otro lado, la pregunta es una trampa porque quiere saber si la misericordia que enseña Jesús se ajusta o no a la ortodoxia de la Ley.
En definitiva, lo que contesta excede el marco en que lo quieren colocar. Las leyes deben basarse en la igualdad con que Dios creó a los seres humanos, y ahí está la buena noticia. Es una invitación a repensar las relaciones humanas y reconocer a aquellos y aquellas que son dejados fuera. Por eso, una vez más los niños son puestos como ejemplo.
“Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no acepta el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomó en sus brazos a los niños, y los bendijo poniendo las manos sobre ellos” (Marcos 10: 14-16).
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