El Evangelio de Marcos nos presenta las dificultades que tuvo Jesús para dar a conocer el Reino de Dios en “su propia tierra”. Sus conocidos y familiares estaban admirados de su enseñanza pero no tenían fe en Él. En un segundo momento, Jesús envía a los doce y consigue dar a conocer su mensaje (Marcos 6: 1-13).
El texto enseña que no podemos quedarnos ni con el rechazo ni con los prejuicios. Quizás muchos no aceptaban a Jesús porque lo identificaron erróneamente con la autoridad religiosa tradicional. Pero el Reino de Dios es diferente y se manifiesta en una nueva forma de hacer misión. Jesús envía a sus discípulos y los instruye para que vayan a nuevos lugares desde la simpleza, viajando sólo con lo mínimo.
Esta propuesta se conecta desde la vida con quienes esperan la buena nueva, y les hace sentir la cercanía de Dios en sus dolencias y necesidades. En Lucas, en un pasaje parecido, el mismo Jesús explica con estas palabras su misión: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4: 18).
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