El Evangelio de esta semana nos presenta dos parábolas en que Jesús compara el Reino de Dios con una semilla. En la primera se asemeja al proceso de crecimiento que ocurre sin que el sembrador se dé cuenta, y en la segunda lo presenta como una pequeña semilla de mostaza que llega a ser un gran árbol (Marcos 4: 26-34).
El contraste entre lo aparente y lo profundo explica a los discípulos el camino de la cruz y su diferencia con las expectativas humanas. Muchas veces nos equivocamos y confundimos el Reino de Dios con éxito o algo espectacular, pero Jesús en realidad nos llama a mirar la grandeza de lo pequeño, a ver en la semilla la sorprendente posibilidad de su crecimiento.
Este pasaje también nos recuerda que los cristianos somos simplemente sembradores y que quien hace crecer, madurar y dar frutos es Dios. Lo que Jesús sembró en nosotros lo llevamos en las manos para seguir esparciendo su Reino de justicia y paz para todos y todas.
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