En el sexto domingo de Pascua, Jesús nos da un mandamiento nuevo: “Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes”. También nos recuerda la elección de Dios por sobre cualquier mérito humano: “Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes”. El discurso que recoge Juan remarca que el propósito es dar frutos “y que ese fruto permanezca” (Juan 15: 9-17).
En la Biblia se puede ver una larga tradición donde personas comunes, y muy diferentes entre sí, son llamadas para realizar una tarea específica y a veces extraordinaria. Lo mismo se aplica a la forma en que Jesús busca a sus discípulos. Vemos pescadores, recaudadores de impuestos, activistas, un presunto ladrón, y varias mujeres. Entre ellos no hay líderes religiosos ni expertos en las escrituras. Sólo tenían en común que fueron elegidos por Jesús.
Ellos no son los únicos. Cada uno de nosotros y nosotras también hemos sido enviados por Dios para algún propósito en particular. Quizás para que seamos luz en este momento, en este tiempo de tantas crisis. Nuestro mundo necesita curación, necesita esperanza, y necesita que se le recuerde el amor de Dios.
El texto nos invita a dar ese fruto de amor. Pablo dice: “Dios nos escogió en Cristo desde antes de la creación del mundo” (Efesios 1: 4). “Dios los ama a ustedes y los ha escogido para que pertenezcan al pueblo santo. Revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia” (Colosenses 3: 12).
Mira aquí «El Evangelio de la semana»: