En este segundo domingo de Cuaresma el Evangelio de Marcos narra el momento en que Jesús habla por primera vez de su muerte y resurrección. Pedro lo reprende y Jesús le pide que se aparte. Luego viene una explicación sobre el sentido del discipulado para poner en el centro la promesa de vida y no la muerte (Marcos 8: 31-38).
En este sentido, el pasaje no busca justificar el sufrimiento y la cruz, sino poner en escena la diferencia entre el Reino de Dios y la idea humana de poder. Para Dios el poder es servicio, es entrega, es amor. Es un camino para transformar las injusticias en justicia. El rechazo de los poderes humanos a la buena noticia de Jesús es la causa que lo expone a la persecución y la muerte.
La dificultad de Pedro y los otros discípulos para comprender esta perspectiva, viene subrayada por el hecho de que Jesús también les habla de su Resurrección, y sin embargo la pasan por alto. El camino hacia la cruz es la otra cara de un camino de transformación que conduce a una vida nueva, que conduce a la verdadera misión de Cristo. Cuaresma es un tiempo para cambiar de actitud (“metanoia”) y dejarnos transformar por el Espíritu.
“Pues él no desprecia ni pasa por alto el sufrimiento de los pobres, ni se esconde de ellos. ¡Él los oye cuando le piden ayuda!” (Salmo 22: 24).
Mira el «Evangelio de la Semana» aquí: