El Consejo Mundial de Iglesias comparte su mensaje de Navidad con todos y todas, en un mundo donde los crecientes desafíos amenazan con disminuir nuestra esperanza.
Mensaje de Navidad
“Lo que ha venido a ser en él tiene vida, y la vida era la luz de todas las personas. La luz en la oscuridad resplandece, y la oscuridad no la alcanzó” (Juan 1: 3-5)
De muchas maneras nosotros y nuestro mundo entero, estamos viviendo un tiempo de tinieblas, cuando crecientes desafíos amenazan con disminuir nuestra esperanza, para abrumar nuestra voluntad de satisfacer las necesidades evidentes y los dolores palpables de nuestros días, e incluso para debilitar nuestra dedicación a la verdad y la justicia.
Sin embargo, como discípulos de Jesús y como comunidades cristianas unidas en el amor de Cristo, estamos llamados a enfrentar el miedo, contrarrestar la falsedad, desafiar el egoísmo y la codicia, y ofrecer esperanza a todo el mundo.
No podemos consentir en la decepción ni sucumbir a la desesperación. El mundo necesita más de nosotros: más coraje, más creatividad, más inspiración y dedicación. Más amor abnegado.
¿De dónde obtenemos tal energía y vida?
Sorprendentemente, los cristianos encontramos esa fuerza en el nacimiento de un bebé débil y vulnerable, que hace 2.000 años nació en la pobreza en un extremo del imperio en Belén de Palestina, tan cercano al peligro de las potencias malignas y a los desplazados en el exilio.
En este pobre niño reconocemos al heredero de la gran tradición profética judía en favor de la de justicia, el que proclamó la cercanía de Dios y de su amor hacia nosotros, aquel en quien sus seguidores llegaron a ver la imagen misma de Dios y la promesa de una Nueva Creación.
En su nacimiento damos la bienvenida al propio Hijo de Dios, ahora inmanente, a la epifanía de Dios encarnada en nuestra humanidad, compartiendo nuestra naturaleza y elevándonos a participar en la suya. Él es Emanuel, el Dios con nosotros para siempre.
No es de extrañar que los ángeles canten, los pastores se arrodillen, y las mismas estrellas brillen.
Nuestra celebración del nacimiento de Jesús, es pues, nuestro desafío frente la desesperación, nuestro sí a la vida y a la esperanza. Él es nuestra luz en un tiempo de oscuridad, que nos permite vivir para la verdad y luchar por la redención del mundo.
Somos hijos de la luz, no nos acostumbremos ni dejemos que otros se acostumbren a un mundo marcado de muerte por la violencia, reseco por el calor, y oscurecido por el miedo. No consentimos la regresión de las democracias, la manipulación de la religión, o la complacencia frente a los prejuicios.
Los cristianos celebramos en todas partes el nacimiento del Mesías, la contra-señal de Dios en favor de un mundo que se inclina hacia la autodestrucción, por lo tanto, desde el Consejo Mundial de Iglesias les compartimos de corazón esta alegría. Redoblamos junto a ustedes nuestra determinación para trabajar incansablemente por la salud y curación de los enfermos, una economía justa, el bienestar de los migrantes y desplazados, la paz y seguridad para todos, la promoción de los derechos humanos y de la dignidad, una comunidad más profunda en la fe, y por el florecimiento de la justicia para las mujeres, para los niños y para la tierra misma.
¡Regocijémonos! La luz de Cristo promete desterrar nuestras tinieblas. Que ella ilumine nuestros espíritus y anime nuestros corazones. Que ella pueda ser luz en nuestro paso, e ilumine nuestro caminar hacia la plenitud, hacia un discipulado auténtico, hacia la justicia y hacia la paz en la tierra. ¡Que el amor y la luz de Jesús repleten nuestros corazones y vivan en esta Navidad y por siempre!
Con bendiciones y paz en Cristo,
Rvdo. Prof. Dr. Jerry Pillay
Secretario General
Consejo Mundial de Iglesias
Fuentes:
Texto: CMI
Foto: Albin Hillert/ CMI