El primer domingo de Adviento es el comienzo del nuevo año litúrgico. El ciclo que inicia tendrá como protagonista el Evangelio de Marcos. El texto de esta semana se refiere a la venida del Hijo del hombre y la importancia de mantenernos “despiertos y vigilantes” (Marcos 13: 24-37).
Aunque este pasaje habla sobre los signos del “final” también se dirige a nuestro presente. Cada término es un nuevo comienzo, y por eso, el tiempo de espera puede ser vivido con esperanza en Dios. La Navidad de Cristo es el nacimiento de la luz que ilumina nuestras vidas.
Los tiempos de preparación son importantes. Jesús tuvo tres años de ministerio pero se instruyó durante 30. El pueblo anduvo 40 años en el desierto antes de entrar en la tierra prometida. El apóstol Pablo pasó 14 años antes de recibir el signo de su conversión. No nos desanimemos pensando que lo que hacemos es en vano. Incluso en lo pequeño está la mano de Dios que nos apoya y nos ayuda.
En este sentido escribe el profeta: “Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse, hasta los más fuertes llegan a caer, pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse” (Isaías 40: 30-31).
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