«El Buen Samaritano nos enseña que desde la compasión es posible restaurar la convivencia»

El sábado 9 de septiembre se realizó una Liturgia en conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado. El Culto tuvo lugar en la Congregación El Buen Samaritano y fue acompañada por otras comunidades de la Región Metropolitana. Al final de la oración se hizo un homenaje a los Detenidos Desaparecidos.

Prédica de la obispa

La obispa Izani Bruch expresó la reflexión de la Iglesia Evangélica Luterana en Chile respecto a la conmemoración de los 50 años. El sermón destaca la vigencia del compromiso pasado y actual con los Derechos Humanos, y recuerda la importancia evangélica que tuvo el texto de la parábola del buen samaritano durante la dictadura (Lucas 10: 25-37). A continuación sus principales pasajes:

“A 50 años de ese fatídico día, nos reunimos como hermanos y hermanas para hacer memoria, para recordar, para pasar por nuestro corazón las dolencias de nuestro país, para no olvidar a las más de 3.000 personas asesinadas y desaparecidas, y a las más de 40.000 víctimas en 17 años de dictadura que transcurrieron del 11 de septiembre de 1973 al 11 de marzo de 1990. En este día de memoria es inevitable no dolernos por todo el sufrimiento, muerte y lágrimas que vivieron hermanas y hermanos nuestros.”

“Desde nuestra fe cristiana y desde nuestros dolores como Iglesia, hemos aprendido que cuando falta el amor, la compasión, la capacidad de diálogo, el respeto por la diferencia y el saber convivir, se abren caminos de polarización, de dolor y de muerte. Por esta razón, debemos insistir en hacer memoria. Una sociedad sin memoria de su historia, es una sociedad que corre el riesgo de cometer y repetir las mismas atrocidades del pasado.”

“Como cristianos y cristianas queremos dejarnos hoy iluminar por el Evangelio. Por esta palabra de Jesús que nos interpela a vivir la compasión y el amor como valores esenciales para la construcción de una nueva humanidad. Hemos escuchado la parábola de Lucas del Buen Samaritano, esta palabra nos trae luz para este tiempo, así como trajo luz para nuestras comunidades, pastores/as y membresía durante la dictadura.”

“Esta parábola tan conocida por nosotros y nosotras fue unos de los textos evangélicos que se encarnó en la vida y misión de nuestra Iglesia durante el tiempo de la dictadura militar. La Iglesia entendió que su misión era hacer lo mismo que el samaritano. Tanto el Obispo Frenz como otros pastores/as y miembros, pudieron descubrir en este texto cuál era el mandato de Dios: actuar desde la compasión y el amor, hacia el prójimo que estaba siendo ‘asaltado, herido, dañado en su dignidad y violentado en su derechos humanos’.”

“En Jesucristo, Dios se nos manifiesta como un Dios de vida, un Dios que cuida la dignidad de cada persona. Un Dios que asume y se encarna como ser humano para restaurar la humanidad herida, la dignidad quebrantada y dañada por sistemas de violencia y de muerte. El centro de nuestra vida y misión como iglesia es Jesucristo. Como discípulos y discípulas de Cristo, de Jesús que vino a traer vida, y vida en abundancia (Juan 10: 10); somos corresponsables de cuidar y restaurar la dignidad y la vida de nuestro prójimo-prójima en necesidad, siempre.”

“En la parábola del buen samaritano nos encontramos con la propuesta del Reino de Dios, es una parábola que denuncia que nadie debe ser herido y violentado en sus derechos humanos, y que nos interpela a denunciar hoy las diferentes causas que tiene a miles y miles de personas caídas al margen del camino, desprovistas de derechos. Pero también, es una parábola que nos plantea que es posible restaurar la convivencia a partir de la compasión. ‘Ve y haz tú lo mismo’, ese es el mandato de Jesús.”

“Decía Frenz: ‘Estoy convencido de nuestro compromiso humanitario como un auténtico testigo de una iglesia que sirve. Quien se pone como el buen samaritano de parte de aquellos que han caído bajo los ladrones, lo que hacíamos y decíamos era testimonio del señor resucitado de la Iglesia, Jesucristo’. En sus palabras: ‘El cristiano no puede ser apolítico, porque el cristiano es responsable por la paz del mundo. Una iglesia políticamente neutral e indiferente es irresponsable. Es sorda y no tiene oídos de discípulo’.”

“La parábola del buen samaritano ha de ser ampliada. No sabemos qué acciones tomó el samaritano después de dejar al herido en el hostal. Pero sí sabemos que hoy nuestra diaconía debe ser holística y que implica trabajar en la promoción de los derechos humanos, la justicia, la paz y reconciliación.”

“Por lo tanto, deben preocuparnos y ocuparnos los discursos de odio, el negacionismo, el determinismo fatalista, el hecho de que un porcentaje significativo de jóvenes afirme que Pinochet ha sido el mejor gobernante de nuestro país, o que casi el 50% de la población justifique de alguna forma el golpe de 1973. Todo esto indica que es tiempo de trabajar para que podamos –como sociedad- avanzar en garantías de no repetición.”

“Es tiempo de mirarnos con compasión, como prójimos los unos de los otros, de reconocernos en nuestra dignidad humana, y de buscar caminos que nos permitan fortalecer nuestra democracia y asegurar el respeto a los derechos humanos.”

“Nuestro amor, nuestra luz, nuestra compasión se hace visible cuando nos movemos en favor de las personas más fragilizadas… Hoy Jesús nos dice ‘ve y haz tú lo mismo’.”

“Que en la conmemoración de los 50 años podamos reflexionar juntos y juntas en lo que tenemos que avanzar como sociedad para decir nunca más de verdad… Les invito a que oremos por nuestro país, y a que sigamos en el camino de la compasión y de la solidaridad, siendo una Iglesia al servicio de la esperanza, de la justicia y de la paz en nuestro país. Que Dios sople su espíritu de vida sobre nuestras vidas, para que podamos abrir nuestros corazones a la compasión y el amor, y ser así agentes de paz y reconciliación, y que entonces podamos ver acontecer un día la cita del amor y de la verdad, el beso entre la paz y la justicia.”

“Que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde nuestra mente y nuestro corazón en Cristo Jesús Señor nuestro’ (Filipenses 4: 7). ¡Amén!»

Mira la Liturgia completa aquí:

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