En los últimos domingos, el texto de Mateo viene planteando un giro en la comprensión del Reino de Dios. El encuentro con la mujer cananea amplía el horizonte de Jesús. Más adelante Pedro lo confiesa como Mesías, y en el pasaje de esta semana Cristo confronta las expectativas equivocadas de su discípulo con el camino que conduce a la cruz y la resurrección (Mateo 16: 21-28).
Para Pedro Jesús es el Mesías, pero piensa que ese título le da un status y una fama que no es compatible con correr riesgos o exponerse al rechazo. Por eso la alusión a Satanás. Sus palabras recuerdan la segunda tentación en el desierto: “Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque la Escritura dice: ‘Dios mandará que sus ángeles te cuiden. Te levantarán con sus manos, para que no tropieces con piedra alguna” (Mateo 4: 6).
El Señor responde a sus discípulos con un nuevo llamado que enfatiza el sentido de su misión: “Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará” (Mateo 16: 24-25). Estamos invitados a “dejar las redes” y seguirlo, tal como el propio Pedro lo hizo desde el principio.
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