Culto correspondiente al Domingo de Pentecostés realizado este 28 de mayo en la Congregación La Trinidad.
El texto central de esta semana está tomado de Hechos: 2: 1-21 y narra el momento de la venida del Espíritu Santo y la transformación que experimenta la primera comunidad de fe.
En la tarde del mismo día, encontramos a los discípulos saliendo de la habitación cerrada, valientes para testificar, llenos de fuerza no sólo para vivir, sino para llevar vida y esperanza a los demás.
El “secreto” del Espíritu Santo no son ciertas técnicas o métodos de oración, tampoco son poderes espirituales especiales. El secreto es en realidad una paradoja, es justamente la impotencia y la apertura por la cual nos entregamos por completo en las manos de Dios.
En Pentecostés los discípulos y discípulas bajaron sus resistencias y extendieron los brazos, y en esas manos Dios colocó su futuro. La libertad, la nueva vida, la energía, la fuerza, y la alegría de la mañana de Pentecostés son el suave soplo de la victoria de Dios.
“Está sucediendo lo que anunció el profeta Joel, cuando dijo: ‘Sucederá que en los últimos días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad; los hijos e hijas de ustedes comunicarán mensajes proféticos, los jóvenes tendrán visiones, y los viejos tendrán sueños. También sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días, y comunicarán mensajes proféticos (…) Pero todos los que invoquen el nombre del Señor, alcanzarán la salvación” (Hechos 2: 16-18, 21).
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