¡Aleluya! ¡Cristo ha resucitado!
¡Verdaderamente ha resucitado! ¡Aleluya!
Este saludo pascual, que es familiar en las congregaciones norteamericanas, llena de alegría a cada orador y cada oyente. El camino de la Cuaresma de oración, reflexión, disciplina, y de añadir prácticas a rutinas cotidianas tales como más tiempo de oración, más estudio de la Biblia o supresión de prácticas que nos impiden escuchar y ver a Dios en aquellos lugares donde ha prometido estar presente, culmina con la alegría de este refrán de Pascua: ¡Aleluya! ¡Cristo ha resucitado!!
Esta noticia estremecedora no es sólo alegría pascual, sino también temor. ¿Se han preguntado por qué las primeras palabras del ángel en el sepulcro son “No teman”? (Mateo 28:5) ¿Por qué esta buena nueva de que Jesucristo ha resucitado de la muerte suscita una respuesta de temor? El ángel dice “no teman” y después: “vengan y vean, y vayan y digan”. Nuestro texto señala que María, Magdalena y la otra María partieron del encuentro con el ángel “con temor y gran gozo”. No solo el ángel les dice que no teman, sino que cuando Jesús sale a su encuentro, también les dice: “no teman, vayan y digan…» y vayan y vean. Temor y alegría se entretejen en ese mensaje de Pascua, cuando las mujeres esperan encontrar el sepulcro y, en cambio, encuentran a Cristo vivo.
Hace varios años, cuando iba de camino a una reunión de la FLM, tuve una breve escala en Trinidad. Me fui a explorar el centro de la ciudad por unas horas. Mientras deambulaba, pasé frente a una iglesia con un gran cartel de madera pintado a mano que decía: Iglesia de todos los Milagros, culto todos los días a las 19, milagros el domingo por la mañana a las 9:30. Al principio pensé que era divertido que predicaran milagros el domingo de mañana, precisamente a las 9:30. Después me di cuenta de que esa congregación esperaba que Dios apareciera y que ocurriera algo el domingo de mañana. Supongo que debe haber habido una mezcla de temor y alegría los domingos de mañana.
Jesús confía la primera proclamación de la buena nueva de la resurrección a esas dos mujeres, les pide que vayan y digan, confiando en que cuando el resto de los discípulos vieran al Cristo resucitado, eso pondría al mundo de cabeza.
Unos versículos más adelante de esa proclamación pascual, cuando los discípulos van donde Jesús los había mandado, una traducción en inglés dice: “ellos creyeron, pero algunos dudaron”, lo que puede llevar al lector a suponer que quienes creyeron estaban en un lado y quienes dudaron en otro. En realidad, el texto original dice que “creyeron y dudaron”. La creencia y la duda forman parte de la misma experiencia cuando los discípulos encontraron a Jesús. Creencia y duda se mezclan en la misma persona que se pregunta si lo que está viendo puede ser realmente verdadero.
Durante esta temporada de Pascua, si experimentas una mezcla de creencia y duda, temor y esperanza, alegría y tristeza, esa proclamación pascual ¡es para ti! En la comunión mundial nos necesitamos las unas y los unos a los otros para recordarnos cuando olvidamos esta buena nueva de que Jesús resucitó de la muerte. Cuando el temor parece insuperable, la violencia estalla, la pobreza asfixiante abunda, los estragos del cambio climático destruyen viviendas y medios de vida, el racismo, el colonialismo y la injusticia persisten, el Cristo resucitado está presente en los lugares más difíciles y subvierte el status quo. Cristo ha vencido el poder definitivo de la muerte y del maligno. Esta proclamación de Pascua es una palabra de esperanza que proviene de más allá de tu propio esfuerzo, de más allá de cuanto te hayas empeñado en seguir a Jesús. Esta proclamación pascual es el poder del Cristo resucitado sobre las circunstancias más devastadoras, incluida la misma muerte. El Cristo resucitado tiene la última palabra que es una palabra de restauración, renovación y resurrección.
Hace unas semanas, estuve visitando una nueva congregación misionera situada en el desierto del suroeste de los Estados Unidos. Esta congregación tiene uno de los nombres más esperanzadores para una congregación que he oído nunca: Río de Esperanza. Qué nombre tan poderoso para una congregación que está en el desierto. El Cristo resucitado es un río de esperanza en el desierto, una promesa que te llega en medio de todos los traumas y angustias a los que te enfrentas. La comunión mundial nos recuerda esa promesa a todas y todos cuando alguna o alguno de nosotros la olvida. ¡Aleluya! ¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! ¡Aleluya!
Rvda. Dra. Robin Steinke
Forma parte de la Iglesia Evangélica Luterana en América, es profesora de ética teológica y vida pública, así como presidenta del Seminario Lutero de St. Paul, Minnesota, Estados Unidos. También es miembro del Comité Ejecutivo de la FLM.