(LWI) – Las tecnologías digitales son «una espada de doble filo» en la lucha contra la violencia de género. Por un lado, pueden empoderar, proteger y conectar a las mujeres y las niñas en los rincones más remotos del mundo. Pero, por otro lado, han desatado nuevas e insidiosas formas de atacar a las mujeres y tratar de silenciar sus voces.
Esas fueron las palabras que el 10 de marzo pronunció Antje Jackelén, ex arzobispa de la Iglesia de Suecia, en una actividad en el marco de la 67ª sesión de la Comisión de Naciones Unidas sobre el Status de la Mujer (CSW). Actualmente Jackelén es vicepresidenta de la FLM para la región nórdica, y ella misma fue víctima en 2021 de amenazas en línea y de discurso de odio, situación que la obligó a suspender su cuenta de Twitter durante algún tiempo.
El foro “Aprovechar la tecnología y la información digital para combatir la violencia de género”, reunió a delegadas de la FLM procedentes de África, Asia, Europa y América Latina, quienes lideran la lucha por la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en sus Iglesias y contextos nacionales o regionales.
La Secretaria General de la Federación Luterana, Anne Burghardt, abrió el debate recordando que «al menos una de cada tres mujeres en todo el mundo sufrirá violencia de género al menos una vez en su vida», convirtiendo esta cuestión en «una de las mayores violaciones de derechos humanos de las mujeres y las niñas». Y agregó que por ello, «debe estar en el centro de los acuerdos que salen de la CSW de este año» y que está dedicada a la innovación y la tecnología.
La innovación digital debe ser especialmente consciente del limitado acceso a la tecnología que tienen las mujeres y niñas en el sur global, tal como quedó al descubierto con la pandemia de COVID-19. En este sentido, Burghardt observó que «cuando la educación pasó a las plataformas en línea, millones de niñas quedaron atrás». Al mismo tiempo, insistió, que el progreso tecnológico también debe ser consciente de la crisis climática, y «aprender de los conocimientos indígenas» para ser más sostenibles y «poner fin a la extracción imprudente de los recursos naturales».
La panelista Miriam Alum, Asesora de Protección Social de la FLM en Uganda, compartió ejemplos de su trabajo junto a mujeres y niñas refugiadas de Sudán del Sur, Rwanda, Burundi y la República Democrática del Congo. No obstante, explicó que si bien Uganda ha recibido un reconocimiento mundial por la acogida de refugiados, por otro lado, muchas mujeres y niñas «se han quedado atrás» porque no terminan la educación secundaria. Los costos de la escolarización, la deficiente conectividad a Internet y las altas tasas de embarazo adolescente contribuyen al abandono escolar de las niñas.
Entre los aspectos positivos, Alum valoró que la tecnología ha facilitado la transferencia eficiente de dinero a través de teléfonos móviles, la implementación de líneas de ayuda gratuitas para mujeres, y la creación de un sistema de georreferenciación a cargo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Este instrumento ha permitido trazar un mapa de las mujeres vulnerables y proporcionar servicios oportunos, como ambulancias para llevar a las mujeres embarazadas al hospital, o brindar apoyo profesional a quienes sufren violencia y abusos en el hogar.
El trabajo de la FLM contra los estereotipos
• Medio Oriente: Ameera Khamees, directora de la FLM en Jordania, destacó que la falta de de empleo para las mujeres en lo que se considera «trabajos de hombres» es «siempre sobre estereotipos y normas patriarcales”. Para contrarrestar estas actitudes, la FLM ha puesto a prueba un “laboratorio de innovación” para adolescentes, alentando a niñas y niños a encontrar soluciones digitales a los problemas que enfrentan las personas en sus comunidades. Por su parte, la Asociación de Mujeres de Bagdad, que colabora con la FLM, presentó ejemplos de utilización de la tecnología para ampliar los servicios sobre violencia de género. La FLM fue pionera en apoyar el trabajo de la Asociación orientado a las mujeres yazidíes que huyeron a Qaraqosh para escapar de la violencia y el conflicto.
• América Latina: En Colombia la FLM trabaja con mujeres indígenas y afrocaribeñas en la conflictiva región del Chocó. Laura Chacón Gonzales, Coordinadora de Comunicaciones y Promoción en Colombia y Venezuela, describió cómo la FLM, con el apoyo de ONU Mujeres, trabaja estrechamente con las autoridades locales para proporcionar teléfonos móviles y acceso a las redes de datos a las mujeres más vulnerables, permitiéndoles acceder a los refugios, servicios de apoyo y protección con agentes de policía especializados.
• Asia: La Rvda. Debora Sinaga manifestó que las mujeres de Indonesia son cada vez más vulnerables a la violencia en línea y los delitos cibernéticos. La pandemia también hizo que más recurrieran a las nuevas tecnologías para compartir sus historias, ampliar las redes de apoyo, aprender nuevas habilidades, y comercializar sus productos y otros bienes en línea. En tanto la doctora Bijaya Bajracharya, directora de la FLM en Nepal, compartió historias sobre la plataforma digital ‘Geokrishi’ que permitió capacitar a más de 150.000 mujeres en actividades agrícolas. Por ejemplo, al fotografiar una planta enferma se puede recibir asesoramiento experto, que incluye una función de voz para aquellas que no pueden leer o escribir. Bajracharya agregó que el empoderamiento sigue siendo un desafío, ya que muchas mujeres carecen de acceso a un teléfono móvil.
• Sudáfrica: La Rvda. Bafana Khumalo, cofundadora de la Red Sudafricana Sonke de Justicia de Género, instó a las participantes a seguir defendiendo los derechos de las mujeres más marginadas a tener acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones que salvan vidas. «Dios, que ve y comparte el dolor y la marginación, nos llama a todos y todas, no sólo a hacer declaraciones, sino a actuar y asociarnos con otros y otras para hacer una diferencia real en las vidas de las mujeres rurales», concluyó.
FLM/P. Hitchen