Culto Dominical correspondiente al Propio 21 del tiempo de después de Pentecostés, realizado este 25 de septiembre en la Congregación El Buen Samaritano. El texto de esta semana (Lucas 16: 19-31) cuenta la parábola de dos hombres que vivían prójimos pero al mismo tiempo separados por un terrible abismo.
Uno era pobre y se llamaba Lázaro, y el otro era muy rico pero su nombre no se menciona. Con esta historia Jesús nos enseña sobre cómo los seres humanos podemos hacernos esclavos de la riqueza y convertir al dinero en nuestro Dios. En el discipulado siempre estamos llamados a reflexionar acerca de dónde está puesto nuestro corazón. Las riquezas encorvaron al hombre opulento en sí mismo y no fue capaz de ver a su hermano Lázaro.
En la epístola se lee: «Porque las riquezas no son seguras. Antes bien, que pongan su esperanza en Dios, el cual nos da todas las cosas con abundancia y para nuestro provecho. Mándales que hagan el bien, que se hagan ricos en buenas obras y que estén dispuestos a dar y compartir lo que tienen. Así tendrán riquezas que les proporcionarán una base firme para el futuro, y alcanzarán la vida verdadera» (1 Timoteo 6: 17-19).
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