Federación Luterana Mundial
Mensaje de la Conferencia de Liderazgo de las Américas
Santiago de Chile, Chile. 9 al 13 de Mayo de 2022.
Con mucha alegría y después de tres años, las iglesias que forman parte de la Federación Luterana Mundial de América Latina, el Caribe y Norteamérica, pudimos volver a encontrarnos al pie de los Andes, en la ciudad de Santiago de Chile, entre el 9 y 13 de Mayo de 2022. Celebramos la vida, trajimos a la memoria a los y las que ya no están, así como también reconocimos los desafíos de la iglesia en los nuevos tiempos. El lema que nos animó, movilizó y orientó fue el texto basado en Ezequiel 37 ‘’Yo soplo sobre ustedes aliento de vida’’.
Nos detuvimos a pensar sobre los motivos de las injusticias en el mundo y percibimos que es necesario reconocer que el pecado de la avaricia, la injusticia y el poder que domina el mundo, nos llama a denunciar y trabajar para que las personas más vulnerables no sufran por sus consecuencias. Con dolor, debemos reconocer qué como iglesias, muchas veces, hemos sido cómplices en silencio y, en algunas oportunidades, aliados de estos poderes que matan.
La humanidad está en crisis, la sociedad está en crisis y las iglesias estamos en crisis. Todo esto se debe a las violencias estructurales, sociales, individuales, económicas, eclesiales, ambientales, de género e intergeneracionales. Si como personas cristianas vivimos en la gracia de Cristo y realizamos acciones individuales, que luego se transforman en colectivas, podremos restaurar esos “huesos secos”; siendo impulsadas por el soplo de vida que necesita el mundo, para así poder ser herramientas del Reino de Dios. Debemos saber escuchar el crujido de los huesos secos para que nos desafíen, llevándonos al arrepentimiento, la restauración y la reconciliación consiente.
El pecado humano genera huesos secos y para que recobren vida, como personas cristianas debemos de-colonizar la idea de poder, para que en ninguno de sus niveles sea hegemónico, sino que nazca desde el servicio, tal como nos enseña Jesucristo. Se construye generando espacios seguros para que todas las personas puedan hablar y sentir que son tenidas en cuenta. Aún en este contexto nos reconocemos en movimiento, lo que nos impulsa para ser herramientas del Reino, en favor del bien común, movidos por la fuerza, la creatividad y la dirección del Espíritu Santo de Dios.
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