«Florecerá en sus días la justicia y una gran paz»
Salmo 72: 7
Hace dos años hice llegar a ustedes una carta pastoral frente al estado de emergencia en Santiago
a causa del estallido social del 18 de octubre. En ese momento nuestra reflexión tuvo como base
las palabras del profeta Isaías que señala que la “Paz” es un fruto que produce la justicia (Isaías
32:17). La justicia, sin duda, es parte del proyecto de Dios para nuestra humanidad, tan herida y
dañada por las diferentes situaciones de injusticias.
Como iglesia siempre estamos llamados/as a trabajar por la paz con justicia. Esto implica buscar en
nuestras comunidades, congregaciones, pastorales, proyectos diacónicos y en los diferentes
espacios de nuestra sociedad poner en práctica acciones de justicia que promuevan el respeto a
todo ser humano, conforme a la dignidad y los derechos que Dios mismo nos ha dado al crearnos a
su imagen y semejanza.
A dos años del estallido social en nuestro país, vemos con preocupación el crecimiento de la
violencia, de la polarización, el estado de excepción y militarización en la Araucanía, la acusación
constitucional del Presidente Sebastián Piñera, la crisis migratoria y el ambiente de confrontación
y falta de propuestas que está instalado en la campaña presidencial de noviembre. La paz social
que anhelamos parece estar muy lejos de ser alcanzada y celebrada. En este contexto, las palabras
del profeta Isaías siguen resonando en nuestros oídos. La paz solo es posible como fruto de la
justicia. Volvemos a reafirmar: solo será posible la paz cuando construyamos una sociedad más
justa y respetuosa de todas las dignidades.
La paz jamás será lograda por la violencia y uso de las armas. El profeta Isaías nos indica que esta
paz es una paz falsa, es la paz de este mundo como señala Jesús en Juan 14: 27. La Paz de Dios es
la paz que se besa y se abraza con la justicia (Salmo 85: 10). En este día en que conmemoramos los
dos años del estallido social en nuestro país hacemos memoria de todas las víctimas de las diferentes
protestas en el estallido social, de hombres y mujeres que perdieron sus vidas, de todas las personas
que a causa de la violencia del estado quedaron con daños oculares y todas aquellos y aquellas que
aún están privadas de libertad por la falta de un justo juicio, en su mayoría jóvenes.
Pero también, queremos destacar y celebrar con esperanza lo que hemos logrado como
consecuencia del 18 de octubre de 2019: la Convención Constitucional que nos permitirá como país
contar con una Nueva Constitución.
En este sentido, nos unimos a la esperanza del salmista «Florecerá en sus días la justicia y una gran
paz» (Salmos 72. 7 –La Biblia Latinoamérica/2005). Esta es nuestra confianza, y es de nuestra
responsabilidad velar y trabajar para que los y las constituyentes puedan redactar la nueva constitución para nuestro país que ponga fin a tanta injusticia generadora de tantas desigualdades,
miserias y sufrimientos de nuestro pueblo.
Les invito, hermanos y hermanas, que a través del diálogo y del encuentro nos sumamos a todas
las iniciativas que buscan generar propuestas para construir este nuevo tiempo para nuestro país,
un tiempo donde florezca la justicia y podamos celebrar la Paz grande, la paz con justicia.
Vivimos un tiempo tremendamente complejo, una época de mucha polarización y de mucho
cansancio a causa de la crisis sanitaria, social, política y económica. Estamos necesitados/as de paz
y de justicia. Seamos cada uno de nosotros y nosotras, desde nuestros diferentes dones y
comunidades, constructores/as y promotores/as de un nuevo orden social, más justo y equitativo.
En respeto, en diálogo y en escucha busquemos que nuestra nueva constitución pueda reparar
tantas injusticias y regular de una vez por toda esta economía de mercado neoliberal, llena de
frialdad y sin corazón, que daña la vida humana y toda la creación.
Que en este tiempo tan agitado y carente de paz, Dios en su gracia renueve nuestras fuerzas y
esperanzas para seguir construyendo junto a otros y otras un nuevo Chile.
Con cariño,
Pastora Izani Bruch
Obispa-IELCH