«Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia». Salmos 46:2
Sin duda el año 2020 nos marcó a todos y todas. Será un año que nunca olvidaremos. El planeta entero se vio enfrentado a una gran crisis sanitaria. Muchos y muchas vimos con tristeza cómo nuestras vidas daban un giro en ciento ochenta grados; algunos perdieron sus trabajos, algunos se tuvieron que mudar a otra ciudad o país, y otros tuvieron que despedirse para siempre de sus seres queridos. Muchos nos preguntábamos
¿Cómo seguiremos? ¿Qué haremos? La incertidumbre nos amenazaba por todos lados, acrecentándose cada día. Las noticias no eran alentadoras, e incluso nuestra fe se vio confrontada.
A pesar del sufrir de nuestros hermanos y hermanas, de nuestras familias, amigos y conocidos, Dios no nos abandonó. La crisis nos enseñó que unidos como cuerpo muchas situaciones pueden cambiar. Algunos y algunas se transformaron en los pies de Dios, pies que llevaron comida a los y las que necesitaban. Otros y otras se convirtieron en la boca de Dios, que con- soló en los momentos más oscuros; otros y otras en los oídos de Dios, que escucharon las penas y problemas de muchos y muchas. Fuimos las manos de Dios, que abrazaron cuando no había esperanza. Fuimos el cuerpo de Dios, que acompañó a los y las que estaban solos o solas. Dios siempre es- tuvo. No olvidemos que nuestro Padre y Madre nos envuelve con sus manos a través de amigos, hermanos y hermanas. Por ello, sigamos confiando en Aquel que sigue cuidándonos, que no se cansa de amarnos, y que por siempre se preocupará por nosotros y nosotras.
Leandro Gómez ,Congregación La Trinidad