Queridos hermanos, queridas hermanas en Cristo Les saludo con las palabras de Lucas 2: 10-12 «No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor. Como señal, encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y acostado en un establo».
Estamos ad puertas de celebrar Navidad y a días de la finalización del año 2020, un año que deseamos que termine y no se repita. En primer lugar, quiero agradecer a todos y todas ustedes, mis hermanos y hermanas, por su compromiso, vocación y dedicación en dar testimonio de nuestra esperanza y vivir la fe desde la gracia liberadora y consoladora de Dios en este contexto de crisis sanitaria, socioeconómica y política en que nos encontramos. Gracias por el acompañamiento, por la creatividad y la misión que desarrollaron en este largo, duro y desafiante año 2020. En este tiempo de Navidad estados cansados/as, angustiados/as y con dolor, nos cuesta mantener nuestra alegría y esperanza frente a tanta incertidumbre. Las noticias no son nada alentadoras, nos alertan a una segunda ola del Covid-19 en nuestro país y de la mutación del virus en algunos países de Europa. Los contagios siguen y cada día tenemos aproximadamente en nuestro país cincuenta personas que dejan de respirar, llegando a casi 20.000 personas fallecidas. Mientras tanto, vemos el crecimiento de la pobreza, de la violencia, del desempleo y la falta de propuestas y políticas serias por parte del gobierno y de la clase política que puedan ayudar al pueblo hacer frente a esta crisis sanitaria y socioeconómica con esperanza.
En este contexto de aflicción y crisis nos preparamos para celebrar la buena noticia que nos relata el evangelista Lucas, de que Dios tiene misericordia de su pueblo y se hace humano en un frágil niño acostado en un establo. El Covid-19 nos ha quitado tantas cosas, ha sido un tiempo de pérdidas, pérdidas de nuestros seres queridos, familiares, amigos/as, de miembros de nuestras comunidades, pérdida del trabajo, de la libertad, de la alegría, de la esperanza y en momentos pérdida de nuestra fe. Pero, a pesar de encontrarnos en un mundo destrozado por el sufrimiento, muerte, injusticia y falta de paz, queremos celebrar con porfiada esperanza que Dios vino al mundo y armó su tienda en medio nuestro. Más que nunca, la celebración de la Navidad tiene sentido. En medio de la oscuridad, damos testimonio y afirmamos a través de nuestros pesebres armados en nuestras casas que Dios emergió como ser humano, asumió nuestra condición y realidad, y se puso a nuestro lado como un igual, regalándonos su gracia liberadora y su amor a todas las personas. En el pesebre de Belén Dios transforma el mundo entero en un nuevo pesebre con la irrupción de su reino.
Queridos hermanos y queridas hermanas, animémonos, levantemos nuestra mirada y celebramos que Dios tiene misericordia de nosotros y nosotras. Desde nuestras casas, tenemos la oportunidad de recordar y vivir el sentido original de esta fecha: la encarnación de Dios en el mundo. Les invito a vivir una Navidad en solidaridad con las miles de personas contagiadas, con las miles de personas que lloran la ausencia de sus seres queridos y siente que su pesebre está vacío. Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que debemos recuperar como humanidad la solidaridad para que deje de brillar el egoísmo, la miseria, la competencia, la injusticia y la desigualdad. El estallido social y la pandemia nos dejan como aprendizaje que nuestra normalidad era una normalidad injusta y contraria al proyecto de Dios revelado en Jesús.
Celebrar la Navidad nada tiene que ver con este consumismo voraz que hemos visto en los malls de nuestras ciudades. Celebrar la Navidad es encarnar, es embarazarse de Dios, de su propuesta de vida, de amor, de justicia, de solidaridad y de su paz. Que esta Navidad podamos recordar que Dios viene a nosotros y nosotras, así como vino en la primera Navidad, viene como un niño, recién nacido en un humilde pesebre, frágil, vulnerable, pobre, impotente y necesitado de cuidado, invitándonos desde este lugar a ser parte de su propuesta de vida en abundancia para la humanidad.
Dejémonos guiar por este niño envuelto en pañales y acostado en un establo para que podamos vencer las distintas pandemias invisibles que nos tiene como humanidad contagiados/as de violencia, indiferencia, egoísmo, desamor, competencia, individualismo y consumo. Pandemias que matan, dañan la dignidad humana y destruyen la creación. ¡Celebramos la Navidad! Nuestra humanidad necesita más que nunca del mensaje de Navidad. Seamos testigos de esta esperanza, de este amor y paz que Dios hizo emerger en este niño que nació en el pesebre de Belén. Seamos en este tiempo navideño fuente de solidaridad, liberación y nueva vida como expresión de que Cristo se hace carne en este mundo.
Les deseo una bendecida y esperanzadora Navidad, que el 2021 sea un año de plenitud, sanación, reencuentros, abrazos, de más justicia, amor y paz para la humanidad. Con cariño y gratitud,
Pastora Izani Obispa-IELCH
Navidad 2020.