CARTA PASTORAL MES DE LA REFORMA Y DEL PLEBISCITO

“Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por lo tanto, manténganse ustedes firmes en esa libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud” Gálatas 5: 1
Estimados hermanos, estimadas hermanas en Cristo
Gracia y paz de Dios sea con ustedes. Hoy se cumple un año del estallido social, un año en que miles de personas salieron a las calles de nuestro país para exigir el fin de las desigualdades sociales, clamar dignidad y construir una sociedad más justa y equitativa. A un año del despertar de nuestro pueblo, rechazamos los diferentes episodios de violencia, condenamos la violación de los derechos humanos y lamentamos la polarización e incapacidad de diálogo que hemos llegado como sociedad.
Ad portas del plebiscito, es responsabilidad de todos y todas que el proceso constituyente se desarrolle como un proceso democrático, transparente y libre de todo tipo de violencia.
El plebiscito es un acto político, donde nosotros y nosotras estamos llamados a participar desde nuestra libertad cristiana ganada en Cristo, sin miedo y coerción.
Este mes, el 31 de octubre, conmemoramos 503 años de la Reforma. Recordamos como iglesia luterana, heredera de la teología de la Reforma Protestante, el día en que Martin Lutero publicó sus 95 tesis sobre las indulgencias en la Iglesia el Castillo en Wittenberg. La protesta de Lutero en contra de la venta de la gracia de Dios fue más allá de solo pedir la reforma de la iglesia, sino también del “sistema de deudas de una sociedad que empobrecía a las personas” (p.11 la creación no se vende-FLM). Al conmemorar un aniversario más de la Reforma, sostenemos que la vida y la dignidad no tienen precio. Urge que como sociedad e iglesia trabajemos para transformar lo que genera el empobrecimiento, daña la dignidad y la vida de nuestro pueblo.
Nuestra confesionalidad luterana tiene como base teológica la justificación por fe (Romanos 1:17). Entendemos que Dios toma para sí mismo nuestra injusticia (pecado) y nos da su justicia, el perdón. Nosotros y nosotras, según Lutero somos personas justas y pecadoras (simul iustus et peccator). Justas, pues Dios nos justifica a través de lo que Cristo hizo por nosotros y nosotras en la Cruz, y pecadoras, pues somos siempre dependientes de la misericordia y perdón de Dios.
Reconocer que somos personas justas y pecadoras, y justificadas por la gracia de Dios nos libera de la angustia y de la vanagloria. De la angustia de obtener la salvación por nuestros méritos y esfuerzos y de la vanagloria de creernos que por nuestras buenas obras merecemos más que otros y otras. El gran aporte de Lutero fue redescubrir el Evangelio de la Gracia de Dios, o sea, que no necesitamos y ni podemos hacer nada para obtener el amor y el perdón de Dios, todo nos es dado por la gracia de Dios (Efesios 2:8). El 31 de octubre como luteranos y luteranas celebramos que somos justificados por fe y que en Cristo somos personas libres. La libertad ganada en Cristo, tal como menciona el Apóstol Pablo en su carta a los Gálatas, nos libera del poder de la muerte, de las obras, de las competencias por los méritos y de todo lo que nos esclaviza. Esta libertad nos hace siervos y siervas en el amor, o sea personas libres para amar y ser responsables por el bien común de toda la creación. Nuestra espiritualidad es una espiritualidad marcada por la libertad, el amor y el
servicio.
Estos principios de nuestra doctrina luterana deben ser orientaciones para nuestro discernimiento ético político en el ejercicio de nuestra ciudadanía cristiana como luteranos y luteranas. En este sentido, cabe señalar que el compromiso político de cada miembro de nuestras comunidades, del pueblo de Dios, sean personas ordenadas al ministerio pastoral o no, ha de ser un compromiso político que busque siempre el bien común y la justicia social para todos los hijos e hijas de Dios, en especial de la población más sufriente y empobrecida.
En este tiempo de polarización política en el país, hemos de tener presente que el cuidado y la promoción de la vida digna para toda la creación de Dios es un imperativo desde el evangelio, que atraviesa toda las Sagradas Escrituras.
Queridos hermanos, queridas hermanas, todos nosotros y nosotras desde nuestra fe tenemos la responsabilidad de discernir los diferentes procesos y propuestas políticas, y en libertad de conciencia participar de este proceso histórico que vive Chile. Nuestra fidelidad última como iglesia, cristianos y cristianas siempre ha de ser a Dios y a su Palabra encarnada, nuestro Señor Jesucristo. En esta esperanza les animo a que el domingo 25 de octubre vayamos a votar y demos testimonio de nuestra libertad ganada en Cristo Jesús.
Que en este mes de la reforma y del plebiscito, podamos alegrarnos por esta posibilidad que se nos abre como sociedad de repensar y construir cómo deseamos relacionarnos y demos gracias a Dios, pues él en la Cruz de su Hijo nos abrazó, nos aceptó y nos reveló con su amor nuestro verdadero valor como seres humanos. No nos sometemos nuevamente al yugo de la esclavitud, al temor y miedo. Vivamos nuestra fe en libertad, ya no necesitamos probar nuestro valor y nuestros méritos, pues Cristo nos liberó para vivir en libertad. En este mes de la Reforma y de plebiscito nacional que acontecen en pandemia, podamos ser una iglesia que participa, una iglesia que acompaña y se preocupa por el sufrimiento y lucha de nuestro pueblo. Una iglesia que esté al servicio de la esperanza, anunciando y trabajando por la justicia y paz en nuestra sociedad. “Que el Señor de paz les conceda su paz siempre y en todas las circunstancias. El Señor sea con todos y todas ustedes” (2 Tesalonicenses 3:16).
En la gracia del Señor,
Pastora Izani Bruch
Obispa-IELCH
Santiago, 18 de octubre de 2020.

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