“Aunque las montañas cambien de lugar y los cerros se vengan abajo, mi amor por ti no cambiará ni se vendrá abajo mi alianza de paz. Lo dice el Señor, que se compadece de ti”.
Isaías 54: 10
Queridos hermanos, queridas hermanas en Cristo
Estamos en las últimas horas de 2019. Pronto celebraremos la entrada de un nuevo año. Despedimos el año 2019 y recibimos el año 2020 en medio del estallido social, en el cual transitamos caminos donde se cruzan la esperanza y desesperanza. Nos duele terminar el año con tantos signos de violencia, represión e injusticia. La vulneración de derechos humanos por parte del estado, casos de personas torturadas, más de trescientos personas con daños oculares, muertes, saqueos, incendios nos causan dolor y preocupación como sociedad e iglesia. Pero nos anima y nos llena de esperanza el despertar colectivo que estamos viviendo como sociedad para reparar y transformar las desigualdades sociales que tanto daño han causado a la dignidad de nuestro pueblo.
En este contexto vamos a recibir el Nuevo Año con promesas, deseos, ritos, ropas, comidas…Nos preparamos para recibir el Nuevo Año con ritos que a menudo tienen que ver con actitudes individuales. Cada uno/a de nosotros/as quiere suerte, prosperidad, dinero, amor, felicidad, para sí mismo/a. Desde el 18 de octubre ha surgido un deseo colectivo de un país más justo y solidario, un país donde la dignidad de cada ser humano sea cuidada y respetada. Este deseo colectivo lo hemos expresado en las calles y en los diferentes espacios de nuestra sociedad de la cual somos parte como iglesia.
Este sueño de una nueva sociedad para nuestro país requiere que cada uno/a de nosotros y nosotras nos vestimos de una nueva humanidad comunitaria para recuperar la dignidad, la justicia, la compasión, amabilidad, humildad, paciencia, el perdón, el diálogo, la diversidad y el encuentro como valores para construir este país que todos y todas soñamos. Ad puertas del 2020 les invito queridos y queridas miembros a vestirse con el amor y la paz de Cristo para recibir este nuevo año. Les invito a permanecer en la palabra de Cristo que es vida en abundancia para todas las personas y respeto de todas las dignidades. Permanecemos en Cristo y vivamos como miembros del cuerpo Cristo, es decir, ayudémonos y alentemos unos a otros, unas a otras. Que nuestras comunidades, congregaciones y espacios diacónicos sean espacios de ayuda, alientos mutuos, lugares de cabildos abiertos, lugares de construcción de la esperanza comunitaria que tanto necesitamos como país.
El profeta Isaías nos recuerda que aunque las montañas cambien de lugar y los cerros se vengan abajo, el amor de Dios no cambiará ni se vendrá abajo su alianza de paz, pues Dios se compadece de nosotros y nosotras. Que al finalizar este año tengamos presente estas palabras del profeta en medio de nuestras preocupaciones, angustias, salud quebrantada, desempleo, soledades e incertidumbre por lo que vendrá en este Nuevo Año. Que este nuevo año sea una bendición para todos nosotros y nosotras. Que Dios nos conceda su paz, gracia y misericordia. Que podamos vivir y experimentar la sensibilidad, solidaridad, diálogo y una vida comunitaria amorosa y respetuosa de todas las dignidades y de la diversidad de la creación de Dios. Que el Dios de la vida nos sople su suave y refrescante brisa. Que este nuevo año esté lleno de encuentros, diálogos, abrazos, nuevas esperanzas y re- construcción. Que se abran nuevos horizontes de justicia y paz para nosotros y nosotras.
“Pon tu vida en las manos del Señor; confía en él, y él vendrá en tu ayuda”. Salmo 37: 5
¡Un bendecido y feliz Año Nuevo!
Pastora Izani Bruch
Obispa de la IELCH
Santiago, 31 de enero de 2019.
Descargar: Mensaje de fin de Año. Obispa Izani Bruch