«Nos conduce la pasión de Cristo en la que encontramos vida»
¿Cómo podían estar tan confusos los discípulos para alejar incluso a las niñas y los niños? Pensaban que su función era proteger a Jesús. Entonces, impidieron que las niñas y los niños se le acercaran (Mt 19:13-14).
Afortunadamente, como siempre, Jesús fue en ayuda de los discípulos: “Déjenles venir, les dice, porque estoy aquí para ellas y ellos”. No era la primera vez que los discípulos malinterpretaban las prioridades de Jesús. Llenos de un celo y un compromiso incuestionables con Dios, a menudo corrían el riesgo de olvidar en qué consistía la misión de Jesús. Un fenómeno que todavía vemos hoy en día. Los discípulos de Jesús, entonces y ahora, terminan por ponerse en primer plano. La misión se transforma entonces en sus propias perspectivas y su propio sentido de lo que es justo y correcto, muchas veces perdiendo de vista lo que es justo y correcto a los ojos de Dios.
Jesús mismo define su misión sucintamente, ayudando a sus discípulos, a todos nosotros y nosotras, en nuestras dudas y confusión: “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Vida en abundancia. Una vida que goce de justicia y paz que se pertenecen la una a la otra y son indisociables (Salmo 85:10). Una vida que florece, gracias a relaciones justas entre distintas personas de la diversidad de nuestra familia humana y también con la buena creación de Dios. Una vida que permite que Dios sea Dios y que los seres humanos sean lo que Dios quiere que sean: justamente humanos. Por lo tanto, que amen a Dios con todo su corazón, su mente y su alma, que amen al prójimo y que cuiden la creación de Dios (Deuteronomio 6:4-7). Cuando miro al año que tenemos por delante, siento la urgencia de que las iglesias se centren en ese mensaje de vida en abundancia a la hora de participar en la misión de Dios. En el ámbito del populismo y el creciente uso de la Biblia para excluir y oprimir a otras y otros, justificar el acoso o la violencia contra minorías, migrantes, pueblos indígenas y otros sectores de la sociedad, las iglesias están llamadas a seguir difundiendo el mensaje del evangelio que tiene a Cristo en su centro. En tiempos de populismo excluyente, el silencio nunca es una opción. En un contexto de creciente demagogia, las iglesias tienen que agudizar su propio discernimiento espiritual, asegurándose de dar testimonio de la presencia transformadora de Dios en el mundo. Nuestro llamado es “promover a Cristo” y sus dones para la humanidad. De ahí que, como aquellas y aquellos llamados al discipulado, buscaremos representar la santidad del Dios trino proclamando las buenas nuevas de la salvación, sirviendo a nuestro prójimo, cuidando la creación y abogando por las personas que son excluidas y oprimidas. Convirtiéndonos en pastoras y pastores que cuidamos de otras y otros en forma holística, abrazaremos y expresaremos mejor la misión de Dios: siendo una comunidad de servicio que cumple la voluntad de Dios para que nadie se pierda (Lucas 15:3-7). Estoy profundamente agradecido por el testimonio de las iglesias miembro de la FLM del mundo entero que pone el énfasis en ese enfoque inclusivo. He visto ejemplos increíbles de cuidado y amor como fiel respuesta al que nos amó primero. También estoy agradecido por lo que dichas iglesias hacen juntas en este mundo demostrando compasión y amor a través de su presencia diaconal conjunta, el Servicio Mundial de la FLM, que trabajan por la unidad, además de abogar por la justicia de género y la justicia climática. Tenemos un Año Nuevo por delante, gracias a Dios. Invito a las iglesias miembro de la FLM a recibirlo como una oportunidad de dar un testimonio vigoroso y alegre con esperanza. También las invito a alentarse y apoyarse mutuamente en sus ministerios, así como a trabajar juntas para que el don de la vida revelado y ofrecido en Cristo sea recibido por todas y todos.
Rev. Dr. Martin Junge
Secretario General,
Federación Luterana Mundial
Foto: Albin Hillert